lunes, 18 de agosto de 2014

Una explicación posible que alguien nos debe a todos los hombres

Tacos de plataforma Bridgestone con
superficie para 
conducir en asfalto mojado.
Una mañana un tipo se habría levantado de pésimo talante. Tal vez la noche lo torturó con sus peores recuerdos, con sus más atroces remordimientos y llegando a la cocina habría descubierto que no tenía café. Una larga espera desnudo con la mano bajo el agua de la ducha helada lo haría renunciar a darse un baño renovador y un mal mozo le sirvió un mal café en el bar. El taxi que se detuvo aquella mañana lluviosa lo habría hecho hora y cuarto después de su primer chisteo en la esquina bajo el agua. Y habría subido los veintydos pisos hasta la oficina por la escalera insistiendo con el botón cada tres pisos, obviamente, en vano.

Habría llegado a su oficina con mal aliento, hambriento, mal dormido, y un mensaje con un papelito pegado en la pantalla de la lámpara de su escritorio diría: "Nos llevamos tu laptop para una presentación, te la traemos en dos días. Ah, y acordate de diseñar los zapatos para la próxima temporada". Y él habría leído sin ninguna emoción el papelito. Ninguna. Continuaría sosteniendo el papelito en su mano a veinte cm de su cara sin decir nada. Hasta que habría sonreído. Habría estirado las comisuras de sus labios hasta redondear sus caídos pómulos, sus dientes aún amarillos del mal café habrían relucido la glucosa de los azúcares de sobrecito como un tablonado laqueado y con una gran habilidad habría hecho del papelito un bollo con solo tres dedos, el pulgar, el índice y el mayor. Habría continuado sonriendo pero con su mirada donde antes estaba el papelito, antes de ser el bollo que ahora apretaba con una fuerza innecesaria en su puño. Y habría reído, fuerte, muy fuerte. Habría reído como un loco, exagerada y forzadamente, y sin tirar el papelito de su mano tomó un papel, un lápiz y, riendo estridentemente, diseñó los zapatos de la próxima temporada. Esa fue su venganza contra las personas que esa mañana se habían levantado descansados, se habían dado un baño tibio y feliz, se habrían vestido con la casa colmada del aroma del café y las tostadas y la manteca.

Los detractores temen el reemplazo de la
clásica cartera por las plataformas multiuso.
Esa habría sido su venganza, y riendo, y riendo más, habría diseñado los zapatos con ¡unas plataformas inmensas! Y habría dejado caer el lápiz sobre la mesa mientras agarraba el papel y lo levantaba. "No, no, más altas, ¡más altas!", habría gritado entre risas desencajadas y retomado el lápiz haría crecer esas plataformas más y más... "¡Deténgase, maestro!" le habrían gritado sus discípulos, pero sus ojos vacíos no miraban más que la muerte de la alegría, el deceso del buen gusto, el ocaso del protagonismo real de los pies de las mujeres, y creó unas cajas grotescas donde cada señorita metería sus pies y caminaría burlonamente como sobre cajas de cartón.

Típica colisión de dos zapatos de un mismo par.
No hay reglamentaciones para su uso público.
"¡Jajaja!", habría reído tirando los bocetos sobre los escritorios de los ejecutores, y con sus dientes marrones riendo más fuerte que los quejidos y los lamentos de aquellos que habrían vivido aquel bacanal desolador. Lo demás habría sido lo más simple, tal como pasan todas las tragedias, el piloto del Malasya Airlines que hace despegar el avión, el capitán del Concordia que está llegando a la costa, el asesinato del príncipe Ferdinand, la subida del video "tetita" de Wendy Sulca, concatenaciones impulsivas y mecanizadas que hacen funcionar la Máquina de Establecer hasta que no haya una mujer, ni en América, ni en Europa, ni en Asia, ni en guerra, ni en paz, ni en las ciudades, ni en las playas que no se monten cada mañana sobre sus enormes plataformas y conduzcan sus zapatos con más prudencia que habilidad por sus ahora complejos ripios de la vida cotidiana.

Habría continuado riendo toda esa tarde, y la mañana siguiente, y dos días más. Y de tanta risa se le habría pasado el enojo. Y se habría arrepentido, pero ya habría sido tarde. La parodia de un Chernobyl pret-a-porter había tenido una grieta en el decoro por donde se filtraba la femeneidad y la motivación para todos los hombres de la tierra. Y habría mirado la catástrofe desde todas las terrazas del mundo, y en la última, y esto sí se sabe... lloró.


Mausoleo del diseñador de una mala noche. Su lápida reza:
"La vida es un café y un buenos días".

No hay comentarios:

Publicar un comentario