sábado, 6 de octubre de 2012

Pura Magia

--¿Estás sola?
--Sí.
--Yo también. ¿Te puedo invitar con una cerveza?
--Sí, dale.
--¡Flaco...! Sí, disculpame, una cerveza, por favor.

Ella miró la mesada. Ahora venía la pregunta del nombre, de qué hacía, de dónde vivía... Estaba aburrida de salir a bares. Los tipos que van a los bares son tipos que están como ella, y ella buscaba justamente a alguien diferente, pero no sabía dónde, no sabía cómo. El tipo se acomodó en el banco alto y miró las botellas de la estantería de la barra, se lo notaba un poco nervioso. En los bares todo es lo mismo. Un solo prototipo con diferentes temáticas. Todos estaban ahí por lo mismo, no sabían a dond...
--Mañana me caso --dijo él tipo sin mirarla.
--Mañana... ¿Mañana te casás?
--Sí, mañana me caso.
--Y ¿qué hacés acá?
Él la miró, la miró por primera vez. La miró a los ojos, la miró con la cara entera.
--Es que me equivoqué. Me equivoqué --hizo un silencio breve--. ¿Cómo te llamás?
--Mónica, ¿vos?
--Simón.
--Y ¿en qué te equivocaste? ¿No te querés casar?
--No... No es eso. Me equivoqué con otra cosa.
La tensión de Simón cobró sentido, y era coherente. No era la timidez que Mónica imaginó al comienzo, sino que era nervios, miedo.
--¿Con qué?
--Perdoname, Mónica, vos viniste a divertirte. Tengo una gran necesidad de sacarme esto de encima, pero no quiero cagarte la noche.
--No, Simón, no me la cagás. Es más, justo pensaba en lo aburrido que es este lugar, pero contame, me interesa. ¿Con qué te equivocaste?
--Me equivoqué con la música, Mónica. El tipo que contraté para que pase la música... --Simón parecía irse a otra parte y volver-- ...el tipo, el que contraté para que pase la música es de esos que pasan música viejita... Es que... me equivoqué...
--Simón --le dijo Mónica ya más divertida--, estás nerviosísimo, esto que te preocupa es una boludez. Calmate un poco...
--No, bueno, sí, en apariencia sí, parece una boludez, pero al padre de ella no le gusta la música viejita. En realidad desconfía de la gente que le gusta la música viejita.
--¿Por qué?
--Porque, ojo, un poco de razón tiene, porque la gente que escucha música viejita es gente que está medio anclado en el pasado. Bah, el dice eso, no sé, me equivoqué, ya no consigo otro.
--¡Olvidate del padre de tu novia! ¿Vos la amás a ella?
Él tomó un trago.
--Martina me encanta, es muy linda, es buena mina... No, no la amo. Pero eso ya está, listo. No lo puedo cambiar.
--¿No la amás? ¡No te cases! ¡Si no la amás no te cases, Simón!
--Mónica, eso ya no lo puedo cambiar. Mi problema es la música.
--¡Tu problema es otro, Simón! Te estás por cagar la vida por no tener los huevos para cancelar todo, ¡no te cases!
--Mónica, no me animo, no me jodas con eso.
--Sí te jodo, ¡no te cases!
--¿Me cobrás? --le dijo Simón al de la barra.
--Simón, oíme, dejame ayudarte. Ya no puedo quedarme acá sabiendo que mañana el tipo con que tomé una cerveza se va a cagar la vida.
--¿Con la música?
--¡No, boludo! ¡Con tu casamiento!
--Mónica, no entendés...
--Por favor, Simón --y lo tomó del antebrazo.

Simón miró esa mano blanca, esas tiritas de dedos apoyados en su brazo, y la volvió a mirar.
--Y ¿cómo me pensás ayudar? ¿Cómo crees que podés...?
--Llamala. Llamala ahora y decile que no la amás, que la querés muchísimo, pero que no la amás.
--¡Mónica, le digo eso y la mato!
--¡Pero peor si te casás sin amarla! Seguro que te va a odiar, pero después el tiempo los va a llevar por caminos separados, y las heridas van a cicatrizar...
--¿Y si llamo al de la música y le cancelo? ¿A lo mejor...?
--¡Simón!
--¡No puedo, Mónica! --y con ese grito Mónica sintió también salir la intensidad de su impotencia. El miedo, el vacío, el "y después qué"...
--Llamala, Simón.

Simón cruzó los brazos en la barra y sumergió su cara en ellos. Un quejido aparecía mínimo entre la música del lugar. La volvió a mirar, respiraba agitado.
--Esperá... esperá, Mónica. Hasta hace un rato me iba a casar y ahora una desconocida me convence de que no. Aguantame que me cuesta un poco procesar esto.

Simón se quedó un rato pensando, solo un rato.
--Sí, lo voy a hacer ahora. Es ahora o nunca. Tenés razón, Mónica. La voy a llamar. La voy a llamar, ya vengo.
--¡Dale, te espero acá!

El lugar estaba en una penumbra azul con siluestas negras que se movían de acá para allá. La música estaba buena, tomó un trago de cerveza. Y otro. Un cigarrillo. Simón apareció entre la gente. Sonreía.
--No puedo creer, Mónica, ¡no puedo creer! ¡Lo hice! Pensé que me iba a desarmar, pero al revés, ella empezó a decirme que no me quería, que me engañaba con no sé quién, ¡y ni me importa! ¡No puedo estar más contento!
--¡Tenemos que festejar, Simón!

Y pidieron un  trago, más cerveza, bailaron, rieron, otra cerveza, otra vez bailaron, se abrazaron, olieron sus pieles, se besaron, salieron riendo del lugar, el auto, más besos, y antes de llegar a alguna parte, estacionaron y cogieron fuerte, sueltos, mucho. No había amanecido y Mónica apagó la luz de su casa y se durmió. Sola.


Otra noche de bares. Desde la barra Mónica mira el salón. Se acerca Juliana, su amiga.
--¡Boluda, estoy con un tipo que mañana viaja a Rusia a ejecutar una propuesta para descontaminar Chernobyl! ¡No sabés lo interesante que es!
--¡Uy, Juliana, qué divertido!
--La cagada es que se tiene que acostar temprano, y yo quiero estar con él esta noche.
--Insistile, insistile que lo vas a lograr.
--¡Sí! Después te cuento, Móni.

Y mientras miraba a su amiga volver a la mesa, Mónica levantó la cerveza y brindó por esos tipos que hacen de un polvo, magia. Pura magia.




8 comentarios:

  1. ¡Muy lindo Marcos! Sabes, te cuento algo, en mucho de lo que escribís me hacés pensar en mí, en mi vida. Ahora por ejemplo pienso que yo nunca estuve sola y cuando digo nunca, es literal, desde muy pequeña que me puse de novia, siempre tuve un hombre a mi lado. Jamás fui a un bar sola para ver qué onda. Siempre he estado acompañada, cuidada, protegida... Nunca viví la experiencia de estar sola y esa es una de las cosas que me ha faltado en mi vida. Un beso grande.

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    1. Me encanta poder llegar a algún lugar de tu vida, Lore. No es por hacer un juicio de tus elecciones, pero estoy convencido de que para poder estar con alguien primero hay que aprender estar con uno mismo. Sino corremos el riesgo de ser siempre la adaptación al otro o el permanente escape de nosotros mismos. Estando solo no tenemos más alternativa que escuchar nuestros argumentos, y confiar en ellos o modificarlos. Cuando uno ya sabe básicamente cómo es, entonces sale a buscar su reflejo en las pupilas ajenas.

      Igual no hace falta vivir la soledad de la espera en un bar, o la pesca de alguno por la peatonal, lo que hace falta es sentir la disponibilidad de ofrecer lo que es uno a aquel que creemos que nos va a corresponder con nuestro reflejo en su mirada. Y puede pasar un tiempo largo de mirar ojos opacos, miradas vacías, y es donde vuelven a aparecer los argumentos y las modificaciones. Para saber lo que estoy buscando, tengo que haber estado buscando. Para saber qué necesito, tengo que haberlo necesitado. Es mi opinión.

      Un beso grande, Lore!

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  2. Muchas gracias por tus palabras Marcos, me llegan en lo más profundo. Entre todo esto, el hecho también de que nunca estuve sola, no me permitió decidir, hacer, decir lo que se me antojara, lo que se me diera la gana, sin tener que rendirle cuentas a nadie, porque siempre me debí a un hombre, un hombre a quién debía respetar. Mi conducta siempre ha estado basada en eso, en pensar en ese alguien, por amor, por respeto, por no lastimarlo, porque así debe ser cuando estás con alguien. Perdón no sé por qué te estoy contando todo esto, de ninguna manera quisiera ser pesada. Te mando un beso Marcos.

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    1. Sí, Lore, eso te tiene que haber llevado a una dependencia muy grande, porque el miedo a estar sola te genera una gran inseguridad cuando tenés que oponerte a la opinión de tu pareja, por el motivo que sea.

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  3. Yo soy una mina de bares, me gusta sentarme a charlar con amigos y con algún que otro desconocido, con una cerveza de por medio. No hay nada mas lindo que filosofar en la mesa de algún bar con el sexo opuesto y tres vasos de mas en sima..
    Bueno nada que ver mi comentario .. entré y te leí Marcos, como siempre me engancho con tus letras. Beso

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    1. Los bares son folklore urbano. Argentino. Hay muchos países donde no existe el concepto que tenemos nosotros de bar. Pero no me extraña que seas un habitué en esos templos contemporáneos.
      Qué bueno verte por acá, Rusita!

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  4. Cuánta identificación! ¨Impura¨, diría alguien que la ve desde una mesa aledaña prejuicioso de cada historia que pretenda iniciar en el lugar donde las historias verdaderas son ajenas. Siempre tuve, por suerte, la tranquilidad de conciencia que en esos sitios, las mentiras son tan necesarias como la música, como el bar del garito. A los bares vamos a creernos lo que nos parece aberrante en los periódicos, decía un gran amigo mio. Abrazo, GENIO! Las mentiras de este escrito son verdades hasta que el sol salga. Abrazo, querido...

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    1. Qué bueno verlo por acá, amigo! Me quedo con esa última sentencia: "Las mentiras de este escrito son verdades hasta que el sol salga". Genial! Un abrazo grande!

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